domingo, 10 de abril de 2016

De capital estatal a cabecera departamental Ciudad Victoria 1836-1846


                                                                        
Octavio Herrera Pérez

   A mediados de 1834 se manifestaron en Tamaulipas las noticias a favor de la centralización política del país. Así se expresaron las guarniciones de Matamoros y Tampico, a lo que se sumó la adhesión de numerosas localidades de la entidad. La inercia del antiguo régimen estaba en marcha, al proclamarse la defensa de la religión católica y la derogación de las reformas liberales de Gómez Farías, quien fue destituido por el presidente Santa Anna, erigiéndose como cabeza de esta nueva tendencia política.
    En Tamaulipas Francisco Vital Fernández dominaba el escenario. Sin embargo los grupos opositores proliferaron. Mientras tanto, el congreso nacional adoptó las medidas para hacer del país una república central, expidiendo un decreto provisional que culminaría después en las Siete Leyes. Se trataba de un régimen con un ejecutivo fuerte, sancionado por el supremo poder conservador. Las entidades federativas se redujeron a la categoría de departamentos, gobernados por una junta electiva y un gobernador designado por el presidente, y desaparecieron muchos ayuntamientos.
    Impuesta esta nueva realidad política, el Ayuntamiento de Ciudad Victoria se pronunció por la república central, el 10 de junio de 1835. Esta medida era significativa, ya que los cabildos de las capitales departamentales desempeñarían un papel relevante en el nuevo sistema de gobierno, como bien lo entendieron los ediles victorenses. Por su parte el gobierno del estado hizo que la Legislatura convocara a sesiones extraordinarias, para hacer una consulta a las poblaciones de la entidad sobre este tema, manifestando la mayoría de ellas su adhesión a la república central. Aprovechando el vacío legal, José Antonio Fernández Izaguirre se erigió como el gobernador y disolvió el Congreso. Enseguida se instaló entonces una Junta Departamental, integrada por el Ayuntamiento de Ciudad Victoria. A nivel nacional, en 1837 se encumbró nuevamente al general Anastasio Bustamante en la presidencia. Y como un “hombre de bien”, ligado a las élites de las distintas regiones del país, el nuevo mandatario designó a José Antonio Quintero como gobernador del Departamento de Tamaulipas.
     El centralismo quiso reconducir políticamente al país con decisiones tomadas desde la ciudad de México, semejante al despotismo ilustrado de la monarquía, pues incluso se pasaron por alto las aportaciones del régimen constitucional gaditano, cuyas medidas liberales habían sido una plataforma de transición hacia la primera república federal. En la práctica era la base de una política conservadora que sumaba numerosos adeptos, particularmente entre las clases pudientes, lo mismo que para la iglesia y el ejército, ya que para estas dos instituciones el centralismo aseguraba el mantenimiento de sus privilegios y canonjías. El problema fue que en muchas partes del país, como en Tamaulipas, el centralismo desplazó a los pueblos y a las pequeñas y medianas elites emergentes de la dirección política y administrativa de sus propias regiones, sin acceso a los puestos ejecutivos, legislativos, judiciales, aduanales o de la milicia local, que antes habían disfrutado. Por otra parte, los antes prósperos puertos de Tampico y Matamoros, fueron acosados por implacables medidas restrictivas. Así mismo, aumentó la irritación en el norte de la entidad ante la incapacidad del gobierno central para impedir las incursiones de los indios bárbaros, en tanto que el ejército se mantenía acantonado en la línea del río Bravo a la espera de una eventual reconquista de Texas, perturbando su presencia a la población civil.
       Como en otras partes de México, a fines de 1838 estallaron en Tamaulipas varias rebeliones federalistas contra el gobierno central. La primera de ellas ocurrió en Tampico, ligada más que nada al juego de los intereses del comercio portuario, y que pronto fue sofocada. Otra más tuvo su base en las villas del norte, encabezada por el licenciado Antonio Canales Rosillo. Finalmente una tercera rebelión se expresó el 11 de diciembre en Ciudad Victoria, cuando José Antonio Fernández Izaguirre, una vez más enarbolando la bandera de la constitución de 1824, se apoderó de la capital del departamento y desalojó del poder al gobernador Quintero. Al mismo tiempo el gobierno tuvo un conflicto con Francia en la llamada “guerra de los pasteles”, pero una vez que terminó este conflicto, se orientó a sofocar las rebeliones existentes en Tamaulipas, con el propio presidente Bustamante al frente, quien llegó a Ciudad Victoria y restituyó a Quintero. Mientras, a orillas del Bravo la rebelión continuó, entrelazada con apoyo obtenido en Texas. El extremo de esta guerra civil fue la ocupación federalista de Ciudad Victoria en septiembre de 1840 por Juan Nepomuceno Molano, quien en asamblea popular hizo elegir al doctor José Núñez de Cáceres como gobernador, ante la nueva huida de Quintero; un personaje cuyo prestigio estaba por encima de cualquier diferencia política, al ser el primer libertador de Santo Domingo.
     La rebelión federalista dio término con un arreglo entre los caudillos fronterizos con el general Mariano Arista, situación que los vinculó políticamente. Quintero concluyó su mandato en junio de 1841. Lo sucedió Antonio Boeta y Salazar, miembro de la Junta Departamental, quien debía convocar a elecciones. Sin embargo, en septiembre repercutió un pronunciamiento realizado en Guadalajara contra el presidente Bustamante y a favor del retorno de Antonio López de Santa Anna, lo que trastocó las cosas. Para Francisco Vital Fernández este evento fue la coyuntura esperada, adhiriéndose a Santa Anna y enseguida ocupó el gobierno local, negociando con los líderes fronterizos su permanencia. Por su parte Santa Anna sancionó las Bases Orgánicas, que daban una nueva estructura legal a la república central. Sobre esta base, en 1843 el general Ignacio Gutiérrez fue designado primero como comandante del departamento de Tamaulipas y enseguida como gobernador. Se trataba del primer gobernante que no era miembro de alguno de los grupos políticos de la entidad. Pero con el argumento de que en Ciudad Victoria no contaba con los recursos necesarios para la conducción del gobierno, el general Gutiérrez se trasladó al puerto de Tampico en junio de 1844, acompañado por su secretario Ponciano Arriaga. Y es que el ambiente politizado de este lugar lo abrumaba, debido a que él estaba más acostumbrado a las campañas militares y a la administración aduanal. Este hecho, sumado a los brotes de descontento contra Santa Anna, enfrentaron a Gutiérrez con la Asamblea Departamental de Tamaulipas, irritada de antemano por su ausencia de Ciudad Victoria.
    Al caer Santa Anna, tomó las riendas del país José Joaquín de Herrera, a quien apoyó la Asamblea Departamental, que desconoció a Gutiérrez. Entonces Juan Nepomuceno Molano ocupó la jefatura del gobierno por acuerdo de la Asamblea Departamental, al que siguieron  Manuel Saldaña y enseguida Pedro José de la Garza. En tanto,  Francisco Vital Fernández, impaciente por retornar al poder, arremetió contra Garza, cuyo gobierno se caracterizaba por ser de transición y de equilibrio de fuerzas. No obstante, Garza entregó el gobierno a Victorino T. Canales –otro  de los miembros de la Asamblea Departamental–, a fin de ganar tiempo para que el presidente Herrera designara a un nuevo gobernador, que resultó Juan Martín de la Garza Flores, un rico terrateniente, senador por Tamaulipas y con excelentes relaciones políticas en la Ciudad de México. A Garza Flores toco tomar las primeras medidas ante la invasión americana, pero finalmente entregó el poder en agosto de 1846 a Francisco Vital Fernández, en el contexto de un pacto de los grupos políticos locales, ante la reimplantación del federalismo, en plena guerra con los Estados Unidos.





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